Industrias Rojas: Nada Que Envidiar A Lo Importado

By 12 agosto, 2022Actualidad

Con nivel de primer mundo

 

La tradición metalúrgica europea, que Adolfo Rojas introdujo en Argentina cuando llegó en 1950 desde Bilbao, España, con su padre,  con tan sólo 15 años, es la que se utiliza para fabricar los cilindros y las centrales hidráulicas para ascensores.

 

Industrias Rojas es una de las primeras fabricantes de componentes hidráulicos del país y hoy podemos decir que tiene el liderazgo de esa especialidad. Comenzaron en el ’64 a producir las partes para ascensores hidráulicos para viviendas; fue en la época en que nació Fabián Rojas, hijo de Adolfo y segunda generación de la empresa, quién está a su frente desde hace más de 20 años. En ese entonces, los hidráulicos se usaban mayormente para montacargas. “En realidad los arquitectos aceptaron al hidráulico para las viviendas cuando estos dejaron de ser ruidosos, explica Fabián. Eso se logró con el agregado de piezas especiales de gran calidad, que amortiguaron el ruido que hacían las bombas y los motores”.

 

El cilindro hidráulico compuesto por el émbolo y la camisa es de fabricación propia en un 100%. La Central Hidráulica, que es el otro producto que fabrican, incluye bombas y motores italianos y válvulas alemanas.

 

 

Mira esto, dice en un español suave y florido Adolfo, mientras pasa el dedo por la superficie de un pistón recién salido de la rectificadora, es un cristal. No hay nada que venga del exterior con esta tersura y esta terminación, comenta orgulloso”.

 

        

 

Estamos en la segunda planta de Lomas del Mirador, una ampliación inaugurada hace un año medio, adyacente a la primera, donde Revista del Ascensor los visitó más de una vez, hace unos cuántos años. Nos recibe la familia en pleno: Adolfo, patriarca de la familia, nacido un 4 de julio, con 87 increíbles años, que  sigue trabajando como si nada; su hijo Fabián, CEO de Industrias Rojas, y sus hijos Juan Manuel y Micaela,  También está presente su señora, Marcela. Sólo falta Mariano, que está de viaje.

 

“Cuando ampliamos la planta, comenta Fabián, trajimos al galpón todo lo que fuera mecanizado y de producción de insumos para nosotros mismos. Acá tenemos centros de mecanizado, tornos a control numérico, más allá tenemos parte de la calderería de procesamiento de chapa, guillotina, plegadora”. También tienen el almacén y un gran stock de mercadería: Bombas, motores, válvulas, muchos cilindros y sus respectivas camisas. Eso les permite responder a los clientes como lo merecen: “El cliente grande quiere un proveedor grande”. Y Rojas tiene grandes clientes. El crack económico no los detuvo, siguen entregando según lo acordado. “Tenés que trabajar igual, tenemos clientes de hace 20 años y no especulamos con ellos, cuando haya que aumentar, aumentaremos. Los ingenieros piden sin pasar por la oficina de compras, saben que eso que necesitan, Industrias Rojas lo tiene y llaman pidiendo lo que hay que fabricarles. “También saben que no vamos a tener problemas, que lo que van a recibir es el material adecuado. Confían en nosotros”.

 

En el galpón original, tan grande como el nuevo, divisamos el puente grúa que transporta grandes émbolos. “En este lugar hacemos la fabricación del cilindro y de las centrales hidráulicas, el producto que vendemos”. Industrias Rojas es la única empresa que fabrica a gran escala, y además repara centrales no propias, para terceros. “Todo pasa por Rojas”, exclama risueño Adolfo.

 

Observamos las Centrales Hidráulicas y sus distintas partes: Las válvulas, el motor y la bomba de primerísima calidad. Vemos como se llenan de aceite y también vemos como las prueban en un simulador donde están regulando el punto final. Todas las centrales hidráulicas que producen, y ya van por las 12 mil y pico entregadas, fueron probadas y fabricadas según un proceso de fabricación certificado, “El confort de viaje que tiene esto, comenta Adolfo entusiasta, fíjate como arranca acelerando suave“. La empresa fabrica también centrales pequeñas para uso domiciliario.

 

Observamos los cilindros de distinto tamaño, que se aplican a ascensores de distinto peso. Esos caños han sido cortados, preparados y rectificados en ese lugar.

 

Una máquina extensa de origen italiano es la rectificadora BOSSI. A Adolfo esta máquina lo fascina. Nos invita a mirar la cantidad de herramientas que trabajan. Presenta cinco cabezales que operan a su tiempo, a medida que el pistón va avanzando. La superficie del caño se lubrica para que se enfríe, con lo cual se facilita el corte. Se lo pule, y se llega al diámetro requerido. A nuestras espaldas hay una máquina similar, más pequeña que fue fabricada en casa. Es increíble todo lo que la familia Rojas ha fabricado con sus propias manos. Con esa máquina vieja hicieron gran parte de su producción histórica, pero al adquirir el nuevo galpón, todo se descomprimió y pudieron introducir nueva maquinaria. “Cuando pasamos las cosas al taller nuevo, pudimos aumentar el stock de materias primas. Lo que tenemos certificados son los paracaídas que funcionan como en los ascensores de tracción, se acciona cuando el ascensor supera la velocidad nominal. Esos paracaídas se funden utilizando un molde propio”.

 

Cada caño es un ascensor. Y hay muchos. Observando la calidad final del producto la que suscribe le pregunta a Fabián Rojas si hace falta importar estos productos teniendo esta calidad en Argentina.  Fabián y su padre coinciden “De la competencia se beneficia el consumidor, que es el fin que debería tener el gobierno, beneficiar a los consumidores y no a los industriales. Cuando beneficiamos a los consumidores nos beneficiamos todos. Si se protege mucho la industria nacional, ésta no se actualiza”.

 

Rojas representa esa industria argentina que nos llenó y nos llena de orgullo, la que hizo grande este país, y lo seguirá haciendo. “Yo no soy metalúrgico por parte de mi padre, comenta Adolfo, con ironía, sino por parte de mi pueblo, donde yo nací, Bilbao. Allí es todo industria metalúrgica debido a sus minas de hierro y los Altos Hornos de Vizcaya. Trabajábamos en una mina inglesa, que se fue cuando le extrajeron todo. Mi padre me enseñó a trabajar, era un tornero de aquéllos”. Y cuenta la anécdota que vale la pena repetir, porque los lectores se renuevan, que es que a sus 15 años, en lugar de regalarle un reloj, como se acostumbraba, su padre le regaló un torno. Un Santos Vega de aquella época. Y desde entonces, hace unos 70 años Adolfo – pero también su hijo Fabián, y los hijos de Fabián que son ingenieros, mecánico Juan Manuel e industrial Mariano- la tradición continúa y se vuelca en los excelentes productos que le ofrecen al mercado argentino y latinoamericano. Todos allí saben armar una central hidráulica desde el abuelo a los nietos, ya que estos últimos empezaron a trabajar en la empresa al terminar la escuela secundaria.

 

La firma exporta mayormente a Perú, también a Paraguay y algunos otros países de la región “En Perú nos conocen bien, incluso llaman para asesorarse”.  Cuando preguntamos por la diferencia de gasto energético del hidráulico comparado con el ascensor de tracción, Fabián nos explica que “el ascensor hidráulico tiene mucha potencia instalada, pero el consumo no es alto. Si bien tienen muchos HP en los motores, los ascensores que son de baja altura, de edificios de pocas unidades, están casi todo el día parados. El consumo ideal es aquel en que el ascensor no consume nada cuando está parado. Una investigación hecha en Italia dice que  el 90% de los ascensores trabaja una hora por día; entonces el hidráulico, que en el stand by no consume nada, considerando el total, gasta menos que el ascensor de tracción que consume poco cuando está en  marcha pero sigue conectado todo el tiempo en el stand by”.

 

      

Rojas vende normalmente un promedio que oscila entre 70 y 80 equipos por mes. Después de la pandemia ya casi rozan nuevamente esa cifra. Es una empresa que tiene una continuidad de trabajo. El plantel está compuesto por 20 empleados entre la administración y la planta fabril. Y están en vistas de tomar dos operarios más.

 

 

 

Cuando nos despedíamos, después de ese encuentro tan agradable con una familia tan alegre y positiva, Adolfo nos sorprendió nuevamente. Nos contó que en España, en su juventud, la gente no tenía mucho para dar, pero al irse una visita de la casa muchas veces se les regalaba una gallina, en prenda de amistad. Entonces fue en ese momento que los Rojas nos llevaron hacia el fondo del local, a un jardín posterior donde se pasean orondas las gallinas y un gallo. Allí viven, y allí ponen sus huevos. El gallinero también tiene su toque mecánico ya que las gallinas se alimentan de un vertedero que larga el maíz cuando ellas lo sacuden. La familia tiene una incubadora en la casa y tienen la costumbre de invitar a los más pequeños para que vean nacer los polluelos y participen del ciclo de la vida.

 

     

 

No nos llevamos la gallina, porque no había dónde ponerla en la ciudad, pero fue como si la hubiéramos llevado.